El ser humano siempre se ha caracterizado por celebrar los momentos de la vida: el nacimiento, los pasos de etapa, los compromisos, los triunfos, los aniversarios… y hasta la muerte. Celebrar es una cualidad humana, es la manera de tomar conciencia de que estamos vivos y vale la pena seguir viviendo. Hacer de cada día una celebración sería la clave para vivir de la manera más intensa y significativa posible, de ser feliz.
Hoy celebramos a san José de Calasanz. No es un recuerdo oportunista ni una obligación calendarizada.
Celebrar a Calasanz es publicar la belleza de su vida y de su obra.
Celebrar a Calasanz es aventurarse a mirar por los entresijos de la historia y contemplar cómo es posible el milagro de la vida en la realidad de los niños pobres.
Celebrar a Calasanz es dejarnos tocar el corazón y sentir que se acelera ante la ternura de un anciano que sembró esperanza ante tanta realidad herida y dolida.
Celebrar a Calasanz es renovar la mirada, limpiarla y abrirla a la maravilla de descubrir a Dios mismo en los niños.
Celebrar a Calasanz es seguir abriendo sendas a la verdad, a la bondad y a la belleza por medio de la educación.
Celebrar a Calasanz es apropiarse de un Dios que se hace accesible, cercano y presente en las realidades de la vida.
Celebrar a Calasanz es conmoverse ante el milagro de la vida y percibir ‘las pataditas’ de lo que se está gestando a nuestro alrededor.
Celebrar a Calasanz es gritar al mundo que la última palabra no es la del poder, la fuerza y el mal, sino la de la tierna y suave voluntad de un Dios de vida que crece poco a poco entre nosotros sin que nos demos cuenta.
Celebrar a Calasanz es un canto al futuro, una oda a las posibilidades humanas, una melodía que empapa de sentido la existencia.
Celebrar a Calasanz es prestarle la voz a la afónica vida de los vulnerables y modular con los labios la expresión: ‘¡es posible!’.
Celebrar a Calasanz es soplar en los rescoldos que deja el sufrimiento, apartando la ceniza y enrabietando a la brasa.
Celebrar a Calasanz es la rima que une a los miles de alumnos y exalumnos de las Escuelas Pías.
Celebrar a Calasanz es dignificar al maestro.
Celebrar a Calasanz es tomar conciencia de que estamos vivos y que vale la pena vivir para transformar y mejorar este mundo.
Hoy, Calasanz, una vez más. ¡Felicidades!